miércoles, 17 de diciembre de 2008

LA BURRA 16: UNO, PA TU DESAYUNO...

Por Neto Ramone

Niños: donde cae su trompo es el centro del universo, escribió Octavio Paz. Este vaso comunicante entre los niños y el juego nos guía también hacia la rudeza, el doble sentido de las palabras y la osadía. En los recreos de las escuelas primarias públicas, en las calles de los barrios y colonias populares, grupos de sudorosos y acalorados niños son practicantes de un deporte que no sé si sea nacional, que no sé si se juegue con las mismas reglas, que no sé si tenga treinta o cuarenta años. Me referiero a La Burra 16: disciplina que exige memoria, habilidad y destreza física. Hoy en día la ciudad esta inundada de parques donde los jefes delegacionales han puesto centros de entretenimiento para escalar por cuerdas, caminar por puentecitos de tablas y andar de rodillas por tobogancitos. Ni hablar de los que ponen en los Mc Donalds o los Vips. Antes había muy poco de ello; el entretenimiento era colectivo. Que levanten la mano los infelices adultos que no practicaron La Burra 16, los hoy padres de familia que pasaron una aburrida infancia sin este conjunto de frases que ordenaban un salto diferente a cada turno. Con su prima hermana “Chinche al Agua”, otro rudísimo juego que prohibían los maestros en el recreo porque podía lastimar tu columna vertebral o tus “partes nobles”, la Burra 16 es consustancial a la niñez chilanga de barrio.

Con ustedes, señoras y señores, el canto urbano transmitido de generación en generación, las ingeniosas rimas, los pininos en tu formación alburera, los primeros numerales que memorizaste en tu vida, las exquisitas frases de La Burra 16:

UNO, PA TU DESAYUNO
DOS, PATADA Y COZ
TRES, HILITO DE SAN ANDRÉS
CUATRO, JAMÓN TE SACO (Y TE LO EMBARRO EN EL SOBACO)
CINCO, DESDE AQUÍ TE BRINCO
SEIS, AL REVES
SIETE, TE PONGO MI CHULO BONETE
OCHO, TE LO PICO Y TE LO REMOCHO (CON PAN Y BIZCOCHO)
NUEVE, TRES COPITAS DE NIEVE
DIEZ, ELEVADO LO ES (TOCADO NO LO ES)
ONCE, ESTATUITAS DE BRONCE
DOCE, LA VIEJA TOSE
TRECE, EL RABO TE CRECE (EN LA BOCA DE ESE)
CATORCE, LA VIEJA COSE
QUINCE, EL DIABLO TE TRINCHE
DIECISEIS, MUCHACHITOS A CORRER

Me surgen muchas dudas: ¿alguien de ustedes conoce variantes en los numerales? ¿es chilango el juego, o se da en otros lugares del país? ¿Cuántos años lleva de vigencia el juego: cuarenta, cincuenta años? La Burra Tamalera es otra cosa, así como Chinche al Agua ¿alguien de ustedes practico la “Media Luna”, a mi juicio el juego que más destreza ( y peligro) requería, casi para gimnastas? Cual era la frase correcta ¿la del numeral 14 en el 12 o así esta bien como la expongo aquí?

jueves, 11 de diciembre de 2008

MAS DATOS SUPER INTERESANTES SOBRE EL TOREO, DE PARTE DE MI CARNAL EL MEMO


Neto:

Por supuesto que es compartida la melancolía por la desaparición de El Toreo, ese coloso de estilo arquitectónico similar al Palacio de los Rebotes que, según he leído, fue construido en 1957. En la edición de algún libro de la SEP para Primaria se publicó una foto de esa construcción, una foto chance de los sesenta, que lo mostraba cual era, aislado de la urbe. Si, estaba prácticamente en la periferia de entonces. Fuera de los limites de esa foto seguro había milpas, y claro, a un centenar de metros ahí sigue La Bastilla y panteón político llamado Campo Militar Número Uno.

Por cierto, cuenta un compa que por azares chambeó en sus entrañas, usadas entonces como locación, El Toreo encierra algunos secretos que van más allá del centro mitinero del PAN (lo fue por su asequible capacidad de acarreo de 10 mil gentes), de la lucha libre y eventuales conciertos: corre la versión de que la estructura del elefante blanco –acentuadamente subutilizado o prácticamente abandonado por décadas-, incluye varilla contaminada; bardas extraordinariamente gruesas, técnicamente injustificadas, cuyo posible uso evoca escalofriantemente a El gato negro, de Edgar Allan Poe; más un caminito clausurado, aventura el compa, en dirección a la zona verde olivo. El sitio entrañaría pues presencias políticamente inquietantes.

Por lo demás, para varias generaciones de los suburbios naucalpenses y atizapanes, identificados con Las Torres de Satélite, El Toreo fue el umbral que separaba a sus pueblos-gethos de la verdadera Ciudad; la zona alterna para el reven, con el Magic Circus y otras discos de diversas denominaciones.

Que El Toreo era un edificio horrible, es cierto. Pero su ausencia nos ha robado a millones parte de nuestra historia visual. En una entrevista el master Ry Cooder, ese que revive longevidades talentosas, habla de un disco posterior a Buena Vista Social Club en el que hace mancuerna con genialidades otrora pachuchos, como Lalo Guerrero (sí, el de Las Ardillitas, con Pánfilo a la cabeza) sugiere que hay que dar la batalla contra los Walt Mart, pues su apetito depredador inmobiliario le dio en la madre a barrios y enclaves musicales de aquellos Los Angeles de la década de los 50. Que poca si en lugar del Domo levantan un Walt Mart. Todo checa: ahí viene la mala copia del segundo piso sobre el sucio Periférico, en terreno naucalpense. Ya sabemos que el tricolor no da pasos sin guarache inmobiliario, además de electorero.

Atentamente

Guillermo Armendáriz (El Memo para la banda).

UPSS...YO ECHANDOLE PORRAS, Y LOS QUE SÍ SABEN, DANDOLE EN TODA SU MANDARINA


Sobre el Museo Universitario de Arte Contemporáneo

Como lo previeron los arquitectos de la Sala Nezahualcóyotl, el megamuseo (de las feas siglas: MUAC) diseñado por Teodoro González de León, vino a desarreglar arquitectónicamente toda esa área de la Universidad Nacional Autónoma de México. El puentecillo que lleva de la inmensa explanada a la más importante sala de conciertos del país, se ve como de escenografía barata. Podía suponerse que el Museo de Ciencias y Arte, con la correspondiente sucursal en la colonia Roma, resultaban más que suficientes para convocar a las corrientes contemporáneas y experimentales. Un nuevo museo universitario debió considerar todos los periodos que integran los fondos artísticos de la UNAM, muchos de los cuales están en bodegas.
En el interior del megamuseo, las salas y pasillos desmesurados y desproporcionados no sirven para las dimensiones usadas mayoritariamente por los artistas contemporáneos de México, quienes de entrar al MUAC tendrán que practicar un arte de dimensiones acordes, o parecerán timbres de correo, como se ven las dos pinturas de Vicente Rojo. Nunca un museo debe imponer dimensiones, ni a estas alturas usar materiales que requerirán de un constante mantenimiento, como ocurrirá con los muros y techumbres de vidrio que predominan.
Graciela de la Torre, responsable de Artes Visuales de la UNAM, y Gerardo Estrada, jefe de Difusión Cultural de la rectoría del doctor Juan Ramón de la Fuente, impulsores de este malogrado proyecto, le han impuesto a la máxima casa de estudios del país una pesadísima hipoteca.

Pongo al margen la instalación temporal de Miguel Ventura, estrenada anteriormente en España, notable, profunda y enérgica crítica al nazifascismo de ayer y de hoy.

Raquel Tibol

Carta publicada en el Correo Ilustrado de La Jornada, 11 de diciembre del 2008

lunes, 8 de diciembre de 2008

LA CIUDAD CAMBIA DE PIEL, PERO CONSERVA LOS MISMOS LUNARES

Por Ernesto Armendáriz Ramírez

Mientras la vida cotidiana de los chilangos se ha visto alterada por tantísimas obras en proceso, particularmente puentes y pasos a desnivel, lo que provoca nubes de polvo que lo ensucian todo y tremendos embotellamientos viales donde antes era relativamente fácil transitar, la Ciudad de México continúa mutando su fisonomía, redefiniéndose con sitios únicos que hacen la vida distinta a la de cualquier otro lugar.

En primerísimo lugar, lo que se va. Aunque ya no este ubicado en lo que es estrictamente el territorio del Distrito Federal, sino a menos de 50 metros de la mojonera de concreto gris que divide al D.F. del Estado de México, en el municipio de Naucalpan están destruyendo un ícono urbano: El Toreo de Cuatro Caminos, gratificante llovizna en el desierto cultural de esa parte de la metrópoli. Para los oriundos de esos barrios obreros del norte de la ciudad, cómo no recordar la lucha libre a precios populares, cuyo Consejo incluía al mismísimo Perro Aguayo padre y al Villano III, cuya máscara rosita era una engañifa para sus oponentes.

Al Toreo de Cuatro Caminos lo definen más las luchas que los toros, y el maestro Canek, estrella imperecedera en el firmamento de los costalazos, fue la joya de la corona en su cartel de gladiadores. Lamentamos informarle a Andrés Manuel López Obrador que él no fue el primer tabasqueño más popular entre las masas ni el más vitoreado por las multitudes: lo fue Canek, el Príncipe Maya, orgullo mexicano al que nunca le castañearon las rodillas cuando enfrentó a lo más granado de la lucha libre internacional: Hulk Hogan, Big Van Vader, Konnan el Bárbaro, Kokina-Yokozuma y sí, nada más y nada menos que André El Gigante. Nuestro idolatrado Canek le rompió el hocico a todititas esas moles. Para rematar, y por si todo lo anterior fuera insuficiente, Canek es el poseedor de una de las máscaras estéticamente más perfectas en toda la historia de los encapuchados mexicanos.

Aunque el Toreo fue un lugar típico de los mítines panistas del Edomex (la sede estatal del PAN está ahí mismo), también la izquierda lo llegó a utilizar: en 1994 Cuauhtémoc Cárdenas abarrotó el Toreo con más de 20 mil militantes perredistas, una cifra inconcebible de reunir entre los mexiquenses en estos tiempos de traiciones chuchas y de izquierdistas conversos.

Si todos creían que el Palacio de los Deportes ha sido siempre el lugar de los conciertos masivos de rock, les recuerdo que en 1992 Mano Negra dio un conciertazo ahí, con Manú Chao al frente. Y es que la cultura rockera también esta en el eje Naucalpan-Atizapan, cuna de Café Tacuba, quienes le pusieron “Cuatro Caminos” a uno de sus discos. Entre los seguidores de los cafetos se encuentran los adolescentes, actores principales de un éxodo inusual frente al Toreo todos los días antes del alba: por miles y uniformados, cruzan del Edomex al D.F. rumbo a las escuelas secundarias cercanas al antiguo pueblo de Tacuba. Estos chicos ya no verán ese enorme domo color blanco, donde los toreros, las luchas y los conciertos hicieron pasar un fin de semana ameno a los habitantes del norte de la ciudad durante más de sesenta años.

En el ciclo de la vida, las cosas mueren…y nacen. Al otro extremo del Distrito Federal, en el corazón de Ciudad Universitaria, le han dado un regalo de navidad extraordinario a los mexicanos, como sólo la UNAM lo sabe hacer: el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), cuyo arquitecto fue el maestrísimo Teodoro González de León. Entre la Biblioteca Nacional y los cines del Centro Cultural Universitario, justo por donde pasaba un caminito semioculto donde después de clases podías perderte con tu novia entre los pedregales, se construyo este Museo estrenado a finales de noviembre.

¿Cómo diablos interpretas o describes las obras ahí exhibidas? Me abstengo de tal propósito para el que no tengo el más remoto atrevimiento explicativo (me guardo en la bolsa mis lecturas). Señalaré, en cambio, que la inmensa mayoría de los mexicanos podemos acceder de manera gratuita a este bellísimo edificio donde las esculturas, instalaciones, performances y materiales audiovisuales nos provocarán, indudablemente, las más insospechadas reacciones.

Vayan pues a visitar el MUAC, y no olviden llevar su cámara fotográfica, pues obtendrán algunas de las mejores fotos de su vida en esos bellísimos balcones minimalistas color perla donde el sol lo permea todo, o en la entrada, donde eres recibido en una explanada por dos rectángulos de agua, cuyo rumor de brisa te comienza a despertar esa sensibilidad atrofiada que casi todos los chilangos padecemos.

Los mercados públicos, herencia de nuestros tatarabuelos aztecas, siguen dando de qué hablar. Mientras las guías turísticas te envían derechito al Centro Histórico o a las trajineras de Xochimilco, pocos, rarísimos visitantes de esta ciudad acuden a un mercado, que están llenos de sorpresas. Es el caso del mercado de la Nueva Viga, ubicado casi al final del Eje 6, en Iztapalapa, con tres enormes naves en cuyo costado los cajones de tráiler descargan la producción de la pesca del Pacífico y del Golfo de México en cantidades estratosféricas. Ningún mercado de pescados y mariscos es tan grande e impresionante como éste, ni siquiera los hay de tal tamaño en los puertos o los centros pesqueros más importantes del país (según dicen, sólo el de Tokio, Japón, se le compara en magnitud).

Bagres que no conocen los rastrillos ni las hojas de afeitar, esmedregales gigantescos, rojos huachinangos como Hell Boy, atún, ¡oh sorpresa!, no enlatado, sino ejemplares monumentales como auténticos espejos por su piel de plata pura, todo esto y más encuentras ahí. A muy temprana hora, antes de que amanezca, empieza la actividad, donde docenas de trabajadores con botas de plástico impregnadas de escamas y coágulos, van de aquí para allá, llevando tremendos pescados que compiten en peso con su cargador. En la parte de atrás están los restaurantes, cuya apariencia callejera no demerita su calidad: empanadas de pulpo o camarón que te harán lagrimear de satisfacción por tal agasajo en tu paladar.

La Nueva Viga es un hotel de paso para todos los infieles a la barbacoa y las carnitas. Es un oasis entre la sobreoferta de las carnes de res y cerdo, ambas enemistadas con la frescura, o del pollo de pellejo ultra-amarillento, causado por el alimento de minicroquetas industrializadas (pollos de plumas albinas y miserables vidas, que nunca probaron un granito de maíz o una hojita de alfalfa). Ninguna odiosa trasnacional tipo Walt–Mart podrá comparársele nunca a la Nueva Viga ni en precio, ni en calidad, ni en lozanía; mercado surrealista y mágico, abierto para todos los amantes de la buena y sana cocina, cuya materia prima nos obsequian generosamente nuestros mares mexicanos.

INFANCIA ROCKERA: LA CULPA ES DE LOS PATA

Por Ernesto Armendáriz Ramírez
Que los abuelos, las amas de casa o los niños escuchen rock es algo de lo más normal. El paradigma de que los jóvenes son los receptores naturales de esta música se desmoronó. Esta naturalidad del rock no lo era hace cuarenta años, donde tener el cabello largo te hacia objeto de ataques por parte de la policía o de grupos clandestinos de ultraderecha como el MURO y el Yunque, cuyos líderes, por cierto, hoy en día son altos funcionarios del gobierno federal panista. Las batallas de la sociedad civil por la democratización del país han repercutido incluso en los patrones de consumo musical. Para que el rock llegara servido sin ningún tipo de prejuicio a tu mesa, han pasado largos años de escaramuzas y batallas.

En México, el desarrollo del rock pudo haber tenido un despliegue descomunal a partir del Festival de Avándaro. Sin embargo, fueron los propios organizadores de ese festival quienes lo sabotearon: entre otros, el productor de telenovelas Luis del Llano y el actual dirigente del fútbol mexicano, Justino Compeán. Cuando el nefasto Raúl Velasco, entonces un reportero seudohippie con el rostro curtido por el sol de Celaya, su pueblo natal, se alió con los organizadores de Avándaro bajo el manto de Televisa, el rock independiente quiso ser ahogado con el auge de estrellas plásticas que saturaron los televisores. Si te tocó ver y oír a Laureano Brizuela segurísimo padeciste migraña y gastritis.

Héroes casi desconocidos, siempre hubo impulsores del rock subterráneo, atado a un nicho minúsculo pero aferrado de seguidores, quienes con el tiempo dejarían de ser una minoría para pasar a sus hijos y nietos la auténtica cultura rockera que tantas almas y corazones mueve. ¡Oh fortuna nuestra!, las trasnacionales no contaban con el rock independiente, que florece, y surgen ramilletes que uno no puede ignorar.

En Puebla, la cuarta ciudad más habitada del país con dos millones de personas, surgió hace quince años una banda de jóvenes que se atrevieron a hacer de manera independiente lo más inusual: rock para niños. Ya para entonces eran leyenda viva Los Qué Payasos o, aunque no fuera rock, todos recordaban el noble disco "Amparo Ochoa canta con los niños", grabado en 1983. Esa banda se llama "Los Patita de Perro", quienes no fueron los pioneros, pero definitivamente hoy son los más talentosos (de acuerdo, de acuerdo, también Yucatán A go-go lo es).

El trío Los Pata ha hecho cinco discos, que venden en un paquete llamado "La cajita infeliz", han tocado en el extranjero y en los programas de televisión de Cristina Pacheco, Armando Manzanero y Eugenia León. Que Los Pata salgan de Puebla es algo tan similar al surgimiento, ya hace algunos ayeres, de El Personal en la mocha Guadalajara. Vale, que un entorno conservador generé esa irreverencia tan inteligente, es algo sumamente meritorio y digno de aplaudir.

¿Qué hace diferentes a "Los Patita de Perro"? Varias cosas: su lenguaje, pues juegan como nadie con las palabras. Son antípodas del humor ramplón de los televisos (Verbigracia: -Tatiana: mamacitaaa, ahora entiendo...). Uno queda infinitamente agradecido al escucharlos, pensando por qué no nos tocaron a nosotros estas canciones, cuando en versión ska se canta el Hasta la Victoria Siempre del Ché Guevara o cuando traen esa remembranza nostálgica de los pesares que uno sufre al ir por las tortillas. Masters de la cábula, son sencillamente geniales en sus parodias, haciendo coros guturales como los cantantes de trashmetal (¡Max Cavalera, perdónalos!). Qué decir de la niña Estelita tocando el bajo eléctrico en el festival escolar, o del Quiero Vomitar por tanta música chafa que hay en la radio.

En este 2008, Los Pata acaban de sacar un disco que uuufffff, es auténtico ámbar desenterrado de las más profundas entrañas de la tierra, donde la canción "Cuando yo me muera", que da titulo al disco, posee una sencillez conmovedora hasta el tuétano. Mamás regañonas y obsesivas, les juro que no se van a desvanecer por tan pesado sentimiento de culpa cuando escuchen la canción “Tómate la sopa”; antes bien, esbozaran una sonrisa premonitoria de que todo cambiará. Y para esos chamacos irrefrenables que nadie controla, pónganles el track número nueve y van a ver que los ponen quietos porque los ponen quietos: “Chin chin el que se mueva”, donde lúdicamente se rescata esa palabra que ya nuestro finado Octavio Paz se encargo de explicarnos, casi a manera de regaño, larga y tendidamente.

El juego, el recreo, la ironía más fina, la creatividad más libre, los ideales limpios de dogmatismo, nada pretensiosos ni arrogantes, eso son Los Pata, quienes valen mil veces más que basura musical tipo Panda o Moderato (los Microchips ya creciditos en lo biológico, no en lo mental). De paso, Los Pata han redimido a los poblanos, pues a partir de ellos no sólo se habla del horripilante y monstruoso Góber Precioso, sino de cultura genuina y audaz. El trío poblano nos hace convivir de manera espontánea y desprejuiciada con el antaño estigmatizado rock.

Si tienes niños en casa o si tú mismo tienes alma de niño, estás perdiendo el tiempo si aún no los escuchas. Los Pata logran lo que pocos: que padres e hijos se emocionen por igual con las mismas canciones. Que alguien logré esa comunión tan rara en estos tiempos de individualismo rampante, es algo en sí extraordinario.