Por Neto Ramone
A partir de que las películas animadas gringas descubrieron en la niñez un enorme mercado que genera millones de dólares, el consumo cultural de la infancia latinoamericana ha estado sometido a los dictados hollywoodenses. Los adornos de las recámaras de los niños, sus ropas, sus mochilas escolares y sus juguetes estan completamente saturados de la estética Hollywood, y como dijera el revolucionario Fidel Castro Ruz: los niños de México conocen más a Michey Mouse que a Benito Juárez.
El peor síntoma visual de esta dependencia cultural infantil es, a mi parecer, las bardas de los jardínes de niños de la Ciudad de México, casi todas pintadas con algún personaje de película de Hollywood. Los dibujos suelen ser pésimos: el rotulista se avienta la chamba de dibujante y el resultado es una figura amorfa que discrepa frontalmente con su original. Aunque la educación preescolar es obligatoria, los útimos dos nefastos presidentes panistas han sido incapaces de crear dichos centros educativos en número suficiente, y han dejado que proliferen los "kinder" patito en cuanta casucha inadecuada se le pueda ocurrir a alguien. Así, nuestros pequeños salen al recreo en lo que originalmente era una cochera para un sólo auto, y toman su clase en lo que alguien penso sería la sala o el comedor. Las "Misses", pues así se hacen llamar las acomplejadas educadoras ataviadas con batas de cuadritos, reproducen de la peor forma esta dependencia cultural al someter a nuestros vástagos a ese bombardeo homogéneo de imágenes gringas. En el colmo, todos presumen enseñar inglés como la panacea educativa de tus hijos.
Por fortuna, nuevos aires han llegado para despejar un poco la nata de esmog hollywoodense. Así como estos días de enero no sólo se han caracterizado por los frentes fríos, sino por poderosas corrientes que desplazaron la suciedad del aire en la Ciudad de México, permitiéndonos disfrutar de la hermosisíma vista de los volcanes, ambos enormes y niveos por tan densa y espesa capa de nieve limpísima, así aparece otra poderosa corriente de aire, ésta proveniente de la última punta de nuestro continente: de los hermanos chilenos, creadores de ese loable programa infantil televisivo de títeres llamado "31 Minutos", transmitido en México por Canal 11.
Aunque Plaza Sésamo representó originalmente una buena propuesta para la infancia por mostrar un poco la vida de los barrios neoyorquinos, su versión mexicana se vió mermada en su calidad por la metida de narices de la gente de Televisa, que como siempre, lo hechan todo a perder. Lo que toca Televisa, se pudre, y esos viejos muñecos de Plaza Sésamo se han visto rebasados por una visión lationamericana: 31 Minutos. El mayor mérito de 31 Minutos es, sin lugar a dudas, que sus personajes son contradictorios y defectuosos, tal como son las personas de carne y hueso. Su diseño austero (un manojo de estambre, un calcetín con unos googles) y sus diálogos irreverentes son maravillosos.
Como anexo a "Los Covers que más me gustan", no dejo de celebrar la aparición del disco "Yo nunca vi televisión", donde una serie de grupos de rock mexicanos hacen covers de la música original de 31 Minutos. Aunque alguien ya dijo, acertadamente, que las versiones de Lafourcade y Sariñana son aburridísimas, en general el álbum es muy bueno. Belanova, de Guanatos, le imprime muy buen sello a su versión de "Yo nunca vi televisión", así como el cover del Café Tacubo Tepetokio, que hace de "La Regla Primordial" una rola digna de aprenderse de memoria, para irla cantando a dúo con mi bonita Andrea y mi pequeña Arantxa. Los Bunkers hacen también muy buena su versión de "Mi equilibrio espiritual", esa comiquísima rola con su videoclip igualmente insuperable al presentar a un clon de Lenny Kravitz . Maria Daniela y su Sonido Lasser hacen también un excelente trabajo con "Mi muñeca me hablo", y no dejo de poner y poner la de "Guantecillo", pero en privado, pues no puedo reprimir mi impulso de bailar como un descocado cuando escucho esa vocecilla pegajosa de sintetizador de los años setenta.
Y ya que hablamos de chilenos, por favor, no dejen de ver el videoclip de "Una nube cuelga sobre mí", de los Bunkers, no incluida en el disco de referencia. Tanto los personajes de 31 Minutos como los Bunkers se combinan de manera inmejorable, dandole de paso una cachetadita con guante blanco a esos "rockeros" gringos de los ochentas que se hacían "crepe" en el fleco, vestían lycras de leopardo y se ponían valerinas en la frente ¡mil veces mejor el Charly Montana, ese Alfonso Zayas del rock mexicano!